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Tocaba, según el profesor, hacer una obra con una técnica diferente: un monotipo o ejemplar único. De este, casualmente, no hacia falta hacer dos exactos. Tampoco había que ceñirse a una temática concreta en los trabajos de esta segunda parte de la asignatura. Usando la plancha de metacrilato que no había utilizado, la impregné de colores, líneas y manchas y la pasé por el tórculo. La tinta había reventado en la zona inferior dejando una preciosa y expresiva cascada de colores mezclados. La tango en mi casa para usarla de base o fondo de alguna obra futura. El azar es generoso con el rebelde.
Lo que sí hice por mi cuenta fue limpiar los biseles de la plancha de metacrilato y sin añadir tinta volver a estampar sobre un nuevo papel. Ese ha sido el resultado y estoy satisfecho de su expresividad abstracta.
He vuelto a coger la plancha de metacrilato y a realizar una composición abstracta con distintas pinturas, cargando bien de tinta, ya que debo hacer dos seguidas y no puedo volver a entintar al ser imposible repetir el modelo ÚNICO. Para evitar el problema de exceso de tinta y que ésta reviente con la presión y se salga por los márgenes o emborrone indebidamente la composición, he seguido el consejo del técnico auxiliar del taller y he pasado primero la matriz con papel secante absorbiendo éste todo el exceso y dejándome la plancha en un buen estado para estampar.
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Milagrosamente, ambas estampas no difieren apenas entre sí. Animado por ello, he querido hacer una pareja más, con un motivo diferente y llenando el fondo de color. Para ello he usado el rodillo en primer lugar y sobre él, he usado la técnica del dropping, la espátula y hasta el cepillo de dientes. El azar ha hecho el resto y las estampas no han salido iguales, pero el resultado me ha agradado mucho. Hay van ambas:
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